3/08/2007

MUJERES! VAMOS POR EL MUNICIPIO

El feminismo tiene una larga historia y sus estrategias han sido múltiples. Sin embargo, las vertientes feministas con mayor eficacia política, se han potenciado superando el “mujerismo”, la subordinación, los lugares comunes, la victimización, la vocación de minoría, las dinámicas de resentimiento, dolor y carencia, los discursos simplistas y fragmentados, para dar paso a procesos de construcción de sujetos políticos plenos y autónomos, con capacidad de negociación y posibilidad de asumir la complejidad que implica apelar a una nueva la racionalidad política.

La igualdad de oportunidades es una demanda del movimiento feminista. Las mujeres no queremos esperar más, para participar en la vida pública, para ocupar puestos de toma de decisiones e incidir en el destino del país.

La ley de cuotas, es decir, la disposición contenida en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE), de que ninguno de los dos géneros podrá ocupar más del 70% de las candidaturas a cargos de elección popular, ha demostrado tanto en México como en el resto del mundo que es una medida no sólo necesaria y pertinente, sino, sobre todo, eficaz. En un lapso de 10 años (1996-2006) las mujeres pasamos de representar un 13% en la Cámara a un 22% de representación en la actual legislatura. Seguramente sin esa acción afirmativa, no podríamos contar este avance. Sin embargo, no es a un 22% de representación política a lo que aspiramos, las mujeres queremos más. Queremos la paridad, queremos ser, en la vida económica y política de México, el 50% que somos en el padrón electoral.

He puesto como ejemplo la ley de cuotas y sus resultados en la representación legislativa para ilustrar como las acciones afirmativas, bien realizadas, tienen resultados favorables. Desafortunadamente, por sí mismas no son una completa garantía. Pensemos en las suplencias; en los trucos de muchos y en las “machiplacencias” de algunas, para que una vez lograda la candidatura, arribe al cargo, un varón. Por supuesto es necesario poner candados, pero es más importante valorar colectivamente, lo que nuestra democracia puede ganar si, las mujeres participan en igualdad de condiciones en los destinos de la nación.

Las cuotas son más eficaces si van de la mano de políticas para ampliar las capacidades y calificación de las mujeres. Principios como la igualdad, la justicia, la reivindicación del Estado laico democrático y las libertades deben ser los ejes rectores de la nueva política, para hombres y para mujeres; único medio posible para garantizar la participación en igualdad de condiciones. No nos preocupa contender, sabemos de nuestras capacidades. No pretendemos que nos regalen nada, sabemos cómo ganar nuestros espacios y reconocemos que la sola condición de mujer no garantiza ni capacidades ni buen desempeño. Pero estamos comprometidas en lograr las condiciones de equidad necesarias para que la competencia sea de verdad justa.

Así, para avanzar hacia la paridad, nuestra propuesta en Alternativa está cifrada en articular el feminismo con la socialdemocracia. Esto es: incorporar la visión feminista y sus demandas a la agenda política nacional. Siempre es pertinente recordar que las tres demandas históricas del feminismo son: a) el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, demanda que se objetiva, entre otras cosas, con el derecho a decidir la interrupción de un embarazo no deseado; b) la no violencia hacia las mujeres y c) la libre opción sexual.

Articular estas demandas del feminismo con la socialdemocracia, es nuestra plataforma, pues como partido socialdemócrata, nos reconocemos como una propuesta de izquierda que recupera la tradición en la lucha contra la desigualdad pero de la misma manera es tan importante el tema de las libertades. Por eso nuestro partido esta claramente del lado de todas aquellas reivindicaciones que respetan la diferencia y pugnan por la ampliación de derechos para nuevos sujetos.

Estas tareas están estrechamente vinculadas a la construcción de ciudadanía, es decir, a la generación de grupos sociales más concientes de su poder de incidencia y toma de decisiones. Un hombre y una mujer concientes de sus derechos y sus obligaciones, pueden y deben incidir en los asuntos de la nación. La contraloría ciudadana debe ser una práctica cotidiana que indique a los representantes populares que los compromisos no cumplidos tienen una consecuencia.

Las mujeres no queremos esperar 100 años más para participar en uno de los espacios donde se toman decisiones sobre nuestras vidas y donde prácticamente somos inexistentes, me refiero al Municipio. No obstante la evidente relevancia administrativa y política del municipio, las mujeres hasta ahora hemos encontrado obstáculos para apropiarnos de éste espacio y pocos o nulos esfuerzos se han hecho en los últimos años para revertir ese fenómeno.

Para muestra un botón: Según el Sistema Nacional de Información Municipal (SNIM) en el 2004, de 2435 Municipios solo en 87 hubo mujeres presidentas municipales. Lo que representa un 3.5% de participación femenina en ese nivel de gobierno. Y lo más grave aún es que este % no ha variado en los últimos 20 años. Es decir, en el Municipio se mantiene una “gobernabilidad democrática deficiente y excluyente” como dice Alejandra Massolo, pues la carencia de mujeres al frente del Municipio nos habla de una injustificada inequidad de género en la democracia local. ¿Es sano para el país mantener esta tendencia? ¿Es saludable para nuestra democracia que el destino de los recursos que se dirigen a los municipios esté solo en las manos de los varones? Otro ejemplo: En el 2003, la participación a entidades federativas y municipios fue de 98.7 mil millones de pesos. ¿No sería justo que las mujeres participáramos también de las decisiones sobre estos recursos? En el municipio transcurre nuestra vida cotidiana, ahí se decide el día a día, nuestra seguridad pública, los servicios públicos, la infraestructura, las políticas de género, etcétera.

Y es en el municipio desde dónde es más factible construir ciudadanía; el conglomerado social del municipio es más pequeño y por lo tanto más accesible, las personas se conocen de forma más cercana, establecen lazos de solidaridad, conviven y se desarrollan en la cotidianeidad. Quien ocupa la presidencia municipal tiene acceso a un conocimiento más estrecho de su comunidad y generalmente es conocido y reconocido por la población munícipe, por lo tanto, tiene un mayor nivel de incidencia y una cercanía que casi ningún otro espacio de representación popular ofrece. Irónicamente es este el espacio político más desatendido hasta ahora por quiénes buscamos la representación política.

En este orden de ideas, mi propuesta concreta está cifrada en conquistar el municipio. Queremos más mujeres presidentas municipales porque queremos construir una ciudadanía más conciente y participativa que se convierta en el motor de cambio que nuestra sociedad requiere.

Considero que la verdadera meta debe ser la posibilidad de arribar a aquéllos espacios de poder que todavía no se han abierto para nosotras. Todos estos espacios ocupados por mujeres, nos darán la posibilidad real de determinar el destino del país.

No nos conformamos con ser las operadoras del desarrollo social y las titulares de los espacios compensatorios. Debemos tender hacia una realidad en donde el Instituto Nacional de las Mujeres y las comisiones de Equidad de Género, sean solo mecanismos transitorios hacia la paridad. Ya estamos en el poder, pero las mujeres queremos más!! Y el siguiente paso es apropiarnos del municipio.

Como legisladora federal, he asumido el compromiso personal de trabajar en esa línea y en este segundo periodo de sesiones, presentaré una reforma constitucional que trascienda la ley de cuotas -por cuyo mecanismo no hemos logrado avanzar en la materia-, para que vayamos escalando en la representación municipal de mujeres.

El reto está ahí y podemos asumirlo. Las invito a sumarse a este esfuerzo empezando por ser, cada una de ustedes, ciudadanas concientes de su realidad social. ¡Mujeres! En este siglo XXI vamos por el Municipio.

Muchas gracias.
Ensenada, B.C. 5 de marzo de 2007.
San Lázaro, 8 de marzo de 2007.










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